jueves, 18 de agosto de 2011

SEGUNDA ENTREGA DEL CLÁSICO 2011-2012 Vuelta de la Supercopa de España

FC BARCELONA [3-2] REAL MADRID

Messi y el Barça dejan España como estaba


Camp Nou, estadio lleno, pasión por los cuatro costados y el primer título de la temporada en juego. Se debatía el cambiar o no cambiar de la tendencia bipolar entre Madrid y Barça. Messi dijo que esto sigue igual con un único grito: ¡¡¡ CAMPEONES !!!



Si en la ida del Santiago Bernabéu no teníamos apenas indicios de lo que podía depararnos el primer clásico del año con título incluido en juego, la revancha, por el contrario, sí nos deja alguna que otra certeza. Sabemos que el Real Madrid juega a lo mismo con cada una de sus equivalencias. El estilo, la esencia del colectivo ideado por José Mourinho, es el ritmo, el desgaste físico y la presión. Sus variantes apuntan a los nombres más que a las formas: Coentrao o Di María y Callejón o Khedira son las dicotomías onomásticas. Sin embargo, ambas parejas tienen un solo objetivo: dar aire nuevo al vértigo de siempre.

Mesut Özil y Xabi Alonso representan el juego pero aún no se han convertido en dogma. ¿Qué queremos decir? Simple: que según en qué zona del campo se recupere el balón, los jugadores de Mou no tienen la orden de robar y dársela a Özil, robar y dársela a Xabi. Cuando esto suceda hablaremos de variantes más estilo pero, por ahora, nos centramos en la presión y el despliegue como los argumentos para intentar vencer al Barcelona.

En cuanto a los de Pep Guardiola, reconocer que tienen menos trabajo en sus piernas y que su estado físico aún no es el óptimo –empezaron más tarde para llegar más lejos-, pero que el compromiso técnico con el juego los hace, si se quiere, aún más superiores. Desde lo anímico, el empate de la ida ha sido un martillazo en la confianza de los blancos y, a pesar de las quejas, sienten y piensan que si no fue allí, no será nunca. ¿Nunca?

Para profundizar en la tesis de las miserias ajenas, Guardiola intentará contar con sus mejores mediocampistas y con Cesc también. El de Arenys no ha tocado un balón en lo que va del verano pero como Guardiola también se apoya en los símbolos, no descartamos que Cesc sea esencial desde ya mismo. Tener la pelota contra el poderío atlético eran los dos modelos. ¿Cuál se impondrá?

Pep Guardiola se inclinó por idéntico once titular que venció al Manchester United en la final de Champions: Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Abidal; Busquets, Xavi e Iniesta; Pedro, Messi y Villa. Sin dudas, el mismo estilo.

Por su parte, José Mourinho alistó a Casillas; Ramos, Pepe, Carvalho y Coentrao; Xabi Alonso, Khedira y Di María; Özil, Cristiano y Benzema. Fabio Coentrao por Marcelo, el único cambio; algo más de control defensivo y parecidas virtudes ofensivas. Sin embargo, nos quedaba una duda: ¿en qué sector del campo mandaría a presionar el míster portugués? Rápidamente lo sabríamos.

El Real Madrid salió a buscar el partido desde el mismo comienzo, con unas líneas paradas en campo rival mientras el Barcelona se empecinaba en arriesgar más de la cuenta, perder balones y favorecer el achique hacia adelante planteado por los blancos. El primer remate lo tuvo Cristiano y repelió Valdés. Los merengues iban a por todas y jugaban al límite, tal y como lo demostró la primera entrada de Carvalho sobre Busquets.

Los madridistas seguían ejecutando su presión de forma ejemplar, con un punto más de velocidad en el anticipo pero impreciso para elaborar la jugada final. El desempeño del Madrid se resumía en recuperar la pelota e intentar la individual, ya sea a través de Di María, Özil o Cristiano, todos ellos al choque. Por su parte, el Barcelona, sin renunciar a nada, desde su portero hasta Messi, intentaba lo mismo de siempre: jugar todo por abajo. El tiempo corría y se palpaba en el ambiente que el Barça preparaba la estocada.

Y así fue: Leo Messi cogió el balón en el medio campo, se fue de Khedira y regaló el gol a Iniesta que, picada incluida, puso el 1-0. Los blaugranas recién se despertaban y ya iban ganando. El Madrid, de nuevo, no era capaz de plasmar en el marcador lo que el juego parecía sugerir hasta que a la salida de un córner Pepe centró y Cristiano la empujó para el 1-1 en posición dudosa porque pareció tocarla Ramos. Todo era posible, mientras Casillas salvaba a los suyos ante un disparo de Pedro y ambas defensas se mostraban muy poco sólidas.

Cristiano remataba al larguero y el Camp Nou enmudecía. Más fresco y más rápido estaba el once de Mourinho. Özil también lo tuvo y tapó Valdés. Los blancos merecían el gol pero no remataban la faena. El Barça no encontraba los mecanismos y necesitaba que el ritmo del partido bajara para sacar a relucir su juego, por momentos, yermo y a la altura de la condición física que aún carece. A pesar de ello, Messi pudo anotar el segundo pero le ganó Íker.

Con empate a uno parecía que nos íbamos al descanso, pero hubo córner para el Barça, pase de pecho de Leo para Piqué y devolución de tacón para el argentino quien, con toque suave y por encima del cuerpo de Casillas, puso el 2-1. El partido era un monumento al fútbol, y el gol la octava maravilla. El Barça respiraba con el marcador a favor.

Ya en la reanudación, Mou se la jugó e hizo ingresar, desde el vamos, a Marcelo por Khedira. Coentrao daba un paso adelante y se paraba como interior zurdo. El Madrid necesitaba un gol para empatar a todo. ¿Misión imposible? El juego lo respondería, sobre todo, el del Barcelona.

Los primeros compases no trajeron ninguna alternativa reseñable a excepción de una falta violenta de Marcelo sobre Messi que terminó en tangana y con Mourinho expresando todo su desprecio hacia el mejor de todos, Leo Messi. En cuanto a lo deportivo, ni el Madrid dominaba ni el Barça sufría. Los minutos pasaban a la espera del empate o el golpe definitivo. Pipita por Di María, el todo o nada de Mou. Benzema, sin olerla ni tocarla, seguía en el campo. El Barça estaba cómodo y Messi casi sentencia con un remate que Casillas sacó al córner.

El segundo tiempo se dirigía hacia el terreno que más le gusta el Barcelona y el cambio final de Mou le facilitaba espacios para tocar en el mediocampo. El Madrid empataba rápido o era carne de cañón. Todos sus atacantes se mostraban e intentaban exigir. Adriano entraba por Villa en un cambio con mensaje claro: pocas alegrías y mucha concentración. Quedaban quince minutos, una vida.

Los minutos se iban y Mou le dio diez minutos a Kaká. El brasileño creó un córner que, en medio del barullo, aprovechó Benzema para el 2-2. Todo estaba por definir en un partidazo histórico. Pep, por su parte, sacó a Pedro y puso a Cesc, a Keita y quitó a Busquets, muerto. El Barcelona no se achicó y Cesc Fàbregas se comía la cancha en cada jugada. Una triangulación con el de Arenys de Mar como protagonista, finalizó con centro de Adriano para que Leo reventara la pelota e inflara la red hasta gritar campeón. Como reacción, minutos más tarde, un alevoso Marcelo vio la roja por patadón de atrás a Cesc -de gran trabajo-.

Como conclusión, simplemente redundar en el enorme trabajo de Javier Mascherano, y con un Leo Messi sobrenatural, decisivo, protagonista y genial, caudillo y solidario. El Barcelona, de su mano, y de la de sus compañeros, volvió a reivindicar su hegemonía, a dejar las cosas como estaban, mandando y reinando en el fútbol español. Y sin pegar una patada.

Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Abidal, Sergio Busquets (Keita, min.85), Xavi, Iniesta, Pedro (Cesc, min.82), Villa (Adriano, min.73) y Messi.

Real Madrid: Casillas; Ramos, Pepe, Carvalho, Coentrao, Xabi Alonso, Khedira (Marcelo, min.45), Di Maria (Higuaín, min.63), Özil (Kaka, min.78), Cristiano Ronaldo y Benzema.

Goles: 1-0: Iniesta, min.15. 1-1: Cristiano Ronaldo, min.20. 2-1: Messi, min.45. 2-2: Benzema, min.81. 3-2: Messi, min.88.

Árbitro: Fernández Borbalán (Comité Andaluz) Mostró tarjeta amarilla a Khedira (min.28), Xavi (min.42), Mascherano (min.54), Cristiano Ronaldo (min.54), Pepe (min.62), Sergio Ramos (min.76), Coentrao (min.85) y roja directa a Marcelo (min.90+4), Ozil (90+5) y Villa (min.90+5).

Incidencias: Partido de vuelta de la Supercopa de España disputado en el Camp Nou ante 92.965 espectadores.

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