Eficacia, sufrimiento y solvencia para acceder a semis
Con dos goles de penalti del argentino, los culés encarrilaron el choque de vuelta, rematado por un tanto de Andrés Iniesta. El Barça consigue un pase merecido.
Ganó el Barça porque lo mereció, pero que nadie diga que fue fácil.
El equipo blaugrana se sobrepuso a algunos momentos de nerviosismo para
imponerse al Milan 3-1, con dos penales marcados por Messi y el tiro de
gracia de Iniesta. El equipo catalán avanzó así a las semifinales de la
Champions League, donde probablemente enfrentará al Chelsea, si éste
cumple con los pronósticos y termina de sentenciar al Benfica.
Pero, pese a los dos goles de ventaja final, pese a que sólo estuvo
eliminado durante algunos minutos y pese al apoyo de un público que,
por una vez, dejó su habitual palco de la ópera para realmente ponerse
detrás del equipo, los culés jamás estuvieron tranquilos. No fue una
demostración arrolladora como ante el el Leverkusen. Tampoco un partido
para la memoria como ante el Manchester United. El Barça debió sudar
hasta la última gota y pelear en todas partes de la cancha frente a un
rival más que digno.
Salvo una media hora de letargo, antes de su gol, el Milan demostró
por qué es el campeón de Italia. En los primeros cinco minutos
arrinconó al Barça. Después, tras una sensacional jugada de Messi que el
argentino terminó por fallar en el mano a mano, los rossoneri
desaparecieron, como intimidados por el escenario y por tener enfrente
al equipo más ganador de los últimos años. Ibrahimovic dejó de correr,
Boateng lo hacía, para todas partes y sin sentido. Seedorf equivocaba
los pases más simples y Nocerino no sabía a quién marcar.
El Barça respondió como sabe. Pases, muchos, y presión constante.
Con Cuenca en la cancha, había resuelto el problema de la falta de
amplitud de la ida y Cesc daba la verticalidad que había faltado en San
Siro. No fue sorprendente entonces que los catalanes se fueran al
frente. Tras una serie de rebotes propiciados por una falla importante
de Messi en una acción clara, el argentino fue torpemente derribado por
Antonini. El penal fue inobjetable y también la manera en que lo ejecutó
Leo. Uno cero y respiro colectivo en el Camp Nou.
Pasaban los minutos, y el Milan se hacía cada vez más pequeño. El
Barça reinaba sobre la grama y amenazaba con ampliar su ventaja. Primero
Cesc y luego el propio número 10 pudieron poner el último clavo al
ataúd rojinegro. No lo hicieron y, como dice el refrán futbolero, "el
que no pega, paga". La única vez que Zlatan pudo quitarse la impecable
marca de Piqué acabó en el empate. El sueco combinó con Robinho y luego
liberó a Nocerino, que definió de manera perfecta frente a Valdés.
Silencio sepulcral en la grada. Miedo. Finalmente, se trataba de un
equipo italiano. Igual que ese Inter de Mourinho de tan poco gratos
recuerdos. El Barça se paralizó y el Milan recordó que también sabía
jugar al fútbol. La eliminatoria estaba en duda, y sólo un error
infantil del sospechoso menos probable hizo que el Camp Nou recuperara
los colores. Alessandro Nesta, el veterano de mil batallas, tiró de
Busquets en un centro a pelota detenida. Lo hizo como lo hace cualquier
defensor en ese tipo de jugadas, pero de forma demasiado evidente y
justo enfrente del colegiado. El penal, en esas circunstancias, y a
favor del equipo local, no se puede objetar. Messi se quitó de una vez
por todas y para siempre el estigma de los once pasos y puso los
cartones 2-1.
¿Dibujó ese segundo tanto el rumbo del partido? No realmente. El
Milan salió a morir o matar en la segunda parte y el Barça se vio de
pronto ante la posibilidad de un nuevo desencanto ante el mismo equipo
que le había sacado, injustamente, un punto en la fase de grupos. Los
italianos nunca tuvieron una oportunidad clara, pero el peligro se
respiraba en cada aproximación. El Barça también apretaba y al final esa
presión, ayudada por la suerte, terminó de decantar el encuentro. Messi
tomó la pelota en la frontal y disparó a puerta. El remate rebotó en
Nesta y quedó franco, a los pies de Iniesta. El manchegó avanzó dos
metros y definió como los grandes a la derecha de Abbiati. 3-1 y ahora
sí, a celebrar.
El Barça cedió un poco la iniciativa, en buena medida porque Cesc y
Xavi dejaron el campo para no agravar sus conocidas molestias. El Milan
nunca bajó los brazos. Allegri mandó a Aquilani y a Pato -que salió
lesionado ¡otra vez!- para tratar de cambiar la historia. Los
protagonistas catalanes dejaron de ser Messi, Xavi y compañía y
aparecieron los Piqué, Mascherano y Busquets. El aparato defensivo culé
nunca se rompió y entregó en bandeja una victoria sufrida, pero merecida
e inobjetable. Stamford Bridge espera (con permiso del Benfica), como en el inolvidable 2009.
Ganó el Barça porque lo mereció, pero que nadie diga que fue fácil.
El equipo blaugrana se sobrepuso a algunos momentos de nerviosismo para
imponerse al Milan 3-1, con dos penales marcados por Messi y el tiro de
gracia de Iniesta. El equipo catalán avanzó así a las semifinales de la
Champions League, donde probablemente enfrentará al Chelsea, si éste
cumple con los pronósticos y termina de sentenciar al Benfica.
Pero, pese a los dos goles de ventaja final, pese a que sólo estuvo
eliminado durante algunos minutos y pese al apoyo de un público que,
por una vez, dejó su habitual palco de la ópera para realmente ponerse
detrás del equipo, los culés jamás estuvieron tranquilos. No fue una
demostración arrolladora como ante el el Leverkusen. Tampoco un partido
para la memoria como ante el Manchester United. El Barça debió sudar
hasta la última gota y pelear en todas partes de la cancha frente a un
rival más que digno.
Salvo una media hora de letargo, antes de su gol, el Milan demostró
por qué es el campeón de Italia. En los primeros cinco minutos
arrinconó al Barça. Después, tras una sensacional jugada de Messi que el
argentino terminó por fallar en el mano a mano, los rossoneri
desaparecieron, como intimidados por el escenario y por tener enfrente
al equipo más ganador de los últimos años. Ibrahimovic dejó de correr,
Boateng lo hacía, para todas partes y sin sentido. Seedorf equivocaba
los pases más simples y Nocerino no sabía a quién marcar.
El Barça respondió como sabe. Pases, muchos, y presión constante.
Con Cuenca en la cancha, había resuelto el problema de la falta de
amplitud de la ida y Cesc daba la verticalidad que había faltado en San
Siro. No fue sorprendente entonces que los catalanes se fueran al
frente. Tras una serie de rebotes propiciados por una falla importante
de Messi en una acción clara, el argentino fue torpemente derribado por
Antonini. El penal fue inobjetable y también la manera en que lo ejecutó
Leo. Uno cero y respiro colectivo en el Camp Nou.
Pasaban los minutos, y el Milan se hacía cada vez más pequeño. El
Barça reinaba sobre la grama y amenazaba con ampliar su ventaja. Primero
Cesc y luego el propio número 10 pudieron poner el último clavo al
ataúd rojinegro. No lo hicieron y, como dice el refrán futbolero, "el
que no pega, paga". La única vez que Zlatan pudo quitarse la impecable
marca de Piqué acabó en el empate. El sueco combinó con Robinho y luego
liberó a Nocerino, que definió de manera perfecta frente a Valdés.
Silencio sepulcral en la grada. Miedo. Finalmente, se trataba de un
equipo italiano. Igual que ese Inter de Mourinho de tan poco gratos
recuerdos. El Barça se paralizó y el Milan recordó que también sabía
jugar al fútbol. La eliminatoria estaba en duda, y sólo un error
infantil del sospechoso menos probable hizo que el Camp Nou recuperara
los colores. Alessandro Nesta, el veterano de mil batallas, tiró de
Busquets en un centro a pelota detenida. Lo hizo como lo hace cualquier
defensor en ese tipo de jugadas, pero de forma demasiado evidente y
justo enfrente del colegiado. El penal, en esas circunstancias, y a
favor del equipo local, no se puede objetar. Messi se quitó de una vez
por todas y para siempre el estigma de los once pasos y puso los
cartones 2-1.
¿Dibujó ese segundo tanto el rumbo del partido? No realmente. El
Milan salió a morir o matar en la segunda parte y el Barça se vio de
pronto ante la posibilidad de un nuevo desencanto ante el mismo equipo
que le había sacado, injustamente, un punto en la fase de grupos. Los
italianos nunca tuvieron una oportunidad clara, pero el peligro se
respiraba en cada aproximación. El Barça también apretaba y al final esa
presión, ayudada por la suerte, terminó de decantar el encuentro. Messi
tomó la pelota en la frontal y disparó a puerta. El remate rebotó en
Nesta y quedó franco, a los pies de Iniesta. El manchegó avanzó dos
metros y definió como los grandes a la derecha de Abbiati. 3-1 y ahora
sí, a celebrar.
El Barça cedió un poco la iniciativa, en buena medida porque Cesc y
Xavi dejaron el campo para no agravar sus conocidas molestias. El Milan
nunca bajó los brazos. Allegri mandó a Aquilani y a Pato -que salió
lesionado ¡otra vez!- para tratar de cambiar la historia. Los
protagonistas catalanes dejaron de ser Messi, Xavi y compañía y
aparecieron los Piqué, Mascherano y Busquets. El aparato defensivo culé
nunca se rompió y entregó en bandeja una victoria sufrida, pero merecida
e inobjetable. Stamford Bridge espera (con permiso del Benfica), como en el inolvidable 2009.
FC Barcelona: Valdés; Alves, Piqué (Adriano, min.75), Mascherano, Puyol; Busquets, Xavi (Thiago, min.62), Iniesta; Messi, Cesc (Keita, min.77) y Cuenca.
AC Milán: Abbiati; Abate, Mexes, Nesta, Antonini;
Nocerino, Ambrosini, Seedorf (Aquilani, min.60); Boateng (Pato, min.69)
Maxi López, min.83í; Robinho e Ibrahimovic.
Goles: 1-0. Min.11, Messi (P).1-1. Min.32, Nocerino.2-1. Min.41, Messi (P).3-1. Min.53, Iniesta.
Árbitro: Björn Kuipers (Holanda). Amonestó a Mascherano
(min.66), Cuenca (min.85) en el Barcelona y a Antonini (min.10), Nesta
(min.39), Seedorf (min.40), Robinho (min.76), Mexes (min.90), Nocerino
(min.90) en el AC Milan.
Incidencias: Asistieron al encuentro 94.629 espectadores, en partido de vuelta de los
cuartos de final de la Liga de Campeones disputado en el Camp Nou.
BAYERN DE MUNICH [2-0] OLYMPIQUE DE MARSELLA
El Bayern se reserva pensando en blanco
Los alemanes consiguieron su pase a semifinales con una demostración de fuerza en el Allianz Arena para cerrar la eliminatoria por un global de 4-0.
Parecía que el Bayern de Múnich había sentenciado la eliminatoria en el Velodróme ante el Olympique de Marsella en el encuentro de ida, pero lo cierto es que los hombres de Jupp Heynckes salieron con la mentalidad de buscar el partido desde el primer minuto para buscar especulaciones.
El míster lo había avisado en la rueda de
prensa previa y, pese a las rotaciones que dejaron a Arjen Robben y
Mario Gómez en el banquillo de inicio, los alemanes no notaron las
ausencias y se dedicaron a elaborar fútbol.
Tampoco salió con
miedo el Olympique de Marsella, que después de un papel bastante
cuestionable ante su público y sin nada que perder en el Allianz Arena,
buscó sin complejos la portería de Neuer en un choque de ida y vuelta:
Remy fue el primero en disfrutar de una buena ocasión y posteriormente
Morel también probó al cancerbero alemán, pero el gol llegaría en el
bando contrario...
Trece minutos después de arrancar el
encuentro, Franck Ribéry se inventó una gran jugada para ceder un cuero a
Ivica Olic, hoy titular, que remató al fondo de las mallas. Nada pudo
hacer Mandanda que en los siguientes minutos tuvo que emplearse a fondo.
El gol no cambió el guión de ninguno de los
contendientes pese a que la eliminatoria parecía prácticamente
sentenciada. Los locales querían dar espectáculo en un campo
prácticamente lleno mientras los visitantes no querían que el encuentro
se convirtiera en una masacre.
Pese a ello, cuando el primer
periodo entraba en su recta final, de nuevo Olic puso el broche de oro a
una jugada iniciada por Ribéry y continuada por Alaba, que puso un gran
balón desde la banda izquierda para que el croata rematase a placer y
pusiera el segundo del partido en el marcador.
Era la recompensa justa para un Bayern de
Múnich que lejos de ampararse en el resultado cosechado con anterioridad
propuso fútbol desde el primer minuto. Tampoco se le podía reprochar
nada al Olympique de Marsella, con mucha casta en la presión pero poca
imaginación para atacar.
En la reanudación, los franceses
siguieron buscando la portería de Neuer con más corazón que cabeza. Solo
Cheyrou era capaz de poner criterio en la medular, mientras el Bayern
continuaba haciendo gala de pegada. Deschamps, que veía lo que ocurría
en el césped desde el área técnica, solo podía pensar en lo larga que se
le hará esta primavera en la Ligue 1.
Y mientras esto ocurría,
Ribéry seguía haciendo de las suyas sobre el césped del Allianz Arena.
Si en el Velodróme el centrocampista hizo un encuentro muy discreto, el
internacional galo se tomó cumplida revancha en la vuelta haciendo un
partidazo y conduciendo todo el fútbol que desplegaba la máquina
muniquesa.
La segunda parte, de forma paulatina, fue bajando su
intensidad. El encuentro ya había encontrado dueño en la primera parte y
ambos conjuntos firmaron una especie de pacto de no agresión que se
acentuó con el paso de los minutos...
El Bayern ya pensaba en las
semifinales y en su más que probable emparejamiento con el Real
Madrid... Los alemanes disputarán el partido de ida en su estadio y
tendrán que defender la renta en el Bernabéu si los merengues confirman
su pase ante el APOEL. Y para encarar el choque con toda la confianza,
el conjunto muniqués deja otra exhibición de fuerza en Europa como carta
de presentación.
Bayern de Munich: Neuer; Lahm, Boateng, Badstuber,
Alaba; Tymoshuk, Luiz Gustavo; Müller (Rafinha, 39), Kroos (Pranjic,
67), Ribery; y Olic (Gómez, 76).
Olympique de Marsella: Mandanda; Azpilicueta, Fanni, N''Koulu, Morel
(Amalfitano, 46); Mbia, Cheyrou, Ayev; Valbuena, Brandao (Gignac, 76) y
Remy (Kaboré, 63)
Goles: 1-0, min 13: Olic. 2-0, min 37: Olic.
Árbitro: Svein Oddvar Moen (Noruega). Amonestó a Mbia y Alaba.
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